¿Debo enviar a mi hijo(a) al Jardín Infantil?

Pregunta

Tengo 3 hijos, de 13, 11 y 3 años y medio, yo no trabajo fuera de casa y estoy todo el día con ellos. El menor está muy regalón y ahora le dio por gritar a cada rato cuando no hacen lo que él quiere. Mi marido lo controla, a mí a veces me supera. He pensado llevarlo al jardín infantil para que comparta con niños de su edad, aunque con su hermano y hermana se lleva muy bien. ¿Seré una mamá desconsiderada que lo quiere un poquito lejos, un ratito? Es recomendable enviarle al jardín? El próximo año debería ir a Prekinder. Gracias. Jacqueline.

Respuesta:

Estimada Jacqueline: Mi primera sugerencia respecto a tu consulta es que bajes tu nivel de angustia y culpabilidad, en cuanto a las decisiones que debes tomar en relación con tus hijos, lo importante es que ellas sean analizadas y reflexionadas en conjunto con su padre, de manera que además tengan la posibilidad de evaluar todas las alternativas y poner en la balanza los beneficios y desventajas.

El ingreso al jardín infantil es una decisión importante que deben tomar los padres, la que puede estar acordada, considerando diversas razones. Mi opinión profesional es que el enviar al niño a un Jardín Infantil tiene más beneficios que desventajas, es recomendable que tenga contacto con otros niños para apoyar su socialización, estará en manos de personal capacitado que irá aportando las herramientas necesarias para el buen desarrollo de sus capacidades, los niños entre los 0 y 6 años de edad, presentan mayor disposición para la integración de los aprendizajes, por lo tanto, es cuando se potencia mayormente sus habilidades, por consiguiente, mientras antes se apoye y estimule su desarrollo será positivo para su futuro.

Pienso que tu hijo, tiene una edad adecuada para que ingrese al jardín infantil, lo que en términos generales, sería positivo para su desarrollo, tener una instancia donde pueda jugar con los elementos adecuados a su edad, tener contacto con otros niños y la posibilidad de realizar tareas que apoyen y estimulen su desarrollo, no obstante tú le puedes entregar los cuidados y bienestar necesarios, quizás no cuentes con el tiempo y las herramientas óptimas para estimular su desarrollo.

Fuente: www.educarchile.cl

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Al jardín infantil por primera vez

El ingreso al Jardín Infantil es uno de los cambios más importantes en la vida de un niño.
¿Quiere ayudarlo a tener una más rápida y mejor adaptación?

Tome en cuenta estos aspectos:
1. Los padres deben estar convencidos de su decisión de mandar al niño al Jardín Infantil.

2. Una vez tomada la decisión, visite varios Jardines Infantiles para elegir el que esté más de acuerdo con sus necesidades e intereses.

3. Prefiera un Jardín Infantil que esté empadronado por la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI). El empadronamiento es un reconocimiento que entrega la JUNJI a los Jardines Infantiles y Salas Cuna que cumplen con los requisitos básicos para funcionar como establecimiento de Educación Parvularia: infraestructura adecuada, certificados sanitarios para entregar alimentación, lineamientos pedagógicos, mobiliario y material didáctico adecuados, personal idóneo, etc.

4. Es fundamental que los padres confíen en el personal, para así aceptar sus sugerencias, hacer las preguntas que quieran, etc. Es realmente conveniente llevar al niño a visitar el Jardín Infantil elegido algunos días antes del inicio de clases, para que así se vaya familiarizando con las tías y el lugar.

Ropa cómoda
Mándelo con ropa adecuada para que se sienta cómodo. No le ponga tenidas elegantes, para que pueda jugar y ensuciarse “a sus anchas”. Las tías le agradecerán si evita ponerle jardineras y pantalones con tirantes, porque cuando van al baño no es uno si no muchos niños que hay que desabrochar y abrochar. Lo más cómodo es un pantalón con elástico en la cintura que pueden maniobrar ellos mismos.

Si el niño llora los primeros días
Durante el período de adaptación es muy posible que el niño llore. Esto es normal y no hay que angustiarse. Acepte el consejo de las educadoras y créanle cuando le dicen que, apenas se va la mamá, el niño deja de llorar. Es así.

Los primeros días es muy importante que usted sea puntual al ir a buscar a su hijo o hija, para evitar que se sienta abandonado al ver que otros se van a la casa y él o ella tiene que esperar.

Mamá, no quiero ir...
Si el niño le dice que no quiere ir al Jardín Infantil, no le permita faltar, ya que esto sólo empeorará la situación y hará mucho más lenta y difícil la adaptación.

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¿Cómo son los niños felices?

Tienen problemas y tropiezos como todos los niños; lloran si tienen pena y hasta pueden hacer pataletas de vez en cuando. Lo importante es que saben sobreponerse a la adversidad se sienten seguros y confiados del amor de sus padres y son capaces de disfrutar de todo tipo de experiencias. A continuación, algunas características que permiten identificar cuándo un niño es feliz.

Son capaces de reír y disfrutar
Tanto de cosas simples como de experiencias más elaboradas. Indudablemente, la risa y el buen humor son ingredientes indispensables de la felicidad. Aunque no es necesario que el niño esté todo el tiempo alegre - también es necesario que exprese sus emociones negativas, como la pena o rabia - si suele reírse con situaciones tan simples como una mueca de sus padres, una caída o una sencilla serie de dibujos animados, es porque tiene una actitud positiva frente a la vida.

Expresan lo que sienten y piensan
Un niño que es capaz de expresar sus emociones, lo hace porque se sabe querido y se siente confiado de poder dar a conocer sus sentimientos (aun cuando sean negativos, pero en forma adecuada), sin ser castigado o sancionado por ello. Si es capaz de expresar sus opiniones es porque siente que ellas son importantes, valoradas y eso, sin duda, hace feliz a un hijo.

Se interesan por conocer lo que les rodea
Aunque a los padres les puede resultar un tanto agotador estar respondiendo todo el tiempo a las preguntas de sus hijos, los especialistas aseguran que ésta es una excelente señal de que el niño es sano y tiene un buen desarrollo. Si se muestra ávido por conocer el mundo, es porque lo que ya conoce de él le parece atractivo y se siente a gusto en él.

Les gusta jugar
Esta habilidad está muy relacionada con la anterior, porque revela su interés por conocer y descubrir el mundo. A medida que van creciendo, a los niños felices no sólo les gusta jugar con otras personas, sino que también son capaces de entretenerse solos y descubrir actividades sin la necesidad de que siempre los acompañen.

Disfrutan de la compañía de otras personas
La sociabilidad es un componente importante para alcanzar la felicidad. “Tener amigos es un factor protector para la salud mental futura y no tenerlos constituye un factor de riesgo”, sostiene la psiquiatra infantil Flora de la Barra. Agrega que los niños tímidos y callados no son felices. “Lo pasan mal, son molestados más que sus compañeros sin timidez y se privan de experiencias enriquecedoras para su desarrollo”.

Los llantos y pataletas no ocupan la mayor parte de su tiempo
Los momentos de rabia o irritación son cortos y no superan a los de alegría. Hasta los cuatro años aproximadamente, las pataletas y rabietas son una manifestación propia de esa etapa del desarrollo. Sin embargo, si el niño llora o hace pataletas a diario o si éstas son muy intensas, es porque algo anda mal. En un niño feliz, en cambio estos comportamientos no son tan frecuentes ni tan extremos.

A medida que crece, va comprendiendo los límites, acepta pequeñas frustraciones sin explotar ni alterarse demasiado. Asimismo, un niño feliz entiende que una negativa o un reto de sus padres no lo descalifican a él como persona, ni en forma permanente, sino que alude a un hecho puntual, a menos que sus padres le den a entender lo contrario.

Su opinión de si mismo es positiva
Los niños expresan su visión positiva ante la vida, sobre sí mismos y sus seres queridos a través de algunos comentarios o juicios. Frases como “soy bonito”, “voy a ser muy, muy grande”, son buenas señales en ese contexto. No hay que olvidar que estas conductas son, en parte heredadas, pero también aprendidas a partir de los modelos que los niños encuentran en sus padres y adultos cercanos.

Duermen y se alimentan bien
Uno de los primeros indicios para conocer el estado de salud de un niño son sus hábitos de alimentación y de sueño. Si tiene problemas sistemáticos a la hora de dormir - y no hay evidencia de una enfermedad - es posible que no se sienta seguro ni confiado, incluso es probable que el vínculo madre-hijo no sea el adecuado, situación que los niños son capaces de percibir claramente.

En cuanto a la alimentación, los pequeños suelen ser “regodiones” y prefieren porciones pequeñas, pero cuando muestran un rechazo sistemático y repentino a muchos tipos de alimentos, existe la posibilidad de que esté demostrando alguna carencia emocional a través de esa conducta.

Experimentan muchos pequeños y grandes triunfos
Un niño feliz es capaz de descubrir victorias en actividades pequeñas, como construir una torre, hacer bien un dibujo, aprender a andar en bicicleta. Al contrario de aquellos que esperan que todo les resulte fácil, es capaz de valorar su voluntad y el coraje puesto en la consecución de un objetivo, aunque de partida le parezca difícil.

Buscan soluciones y piden ayuda
La resiliencia - cualidad que permite sobreponerse a situaciones difíciles - es una capacidad muy relacionada con la capacidad para ser feliz. Un niño con esta característica, por lo general, no se siente completamente derrotado o frustrado frente a la adversidad. No tiene una visión fatalista frente a los desafíos y a través de su ingenio, demuestra que puede resolver problemas, desde aquellos muy simples hasta los más complejos.

Confían en adultos significativos
Si el niño siente que “vale la pena” confiar en los adultos y estar cercano a ellos es porque ha tenido experiencias positivas. Al saber que cuenta con estas personas, no tendrá temor de expresarse, aún cuando sus intervenciones no parezcan tan apropiadas.

Fuente: Revista Padres OK

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Valores en los niños

Algo que resulta totalmente imprescindible para nuestros niños, ya sean hijos sobrinos o niños a nuestro cargo, es que se les trasmitan una serie de valores que les ayuden a relacionarse en sociedad.

Pero realmente cómo se consigue esto. ¿Qué valores son los imprescindibles? ¿Cómo podemos conseguir que nuestro hijo adquiera dichos valores?

Sin duda alguna no supone una tarea sencilla, ya que los valores van evolucionando sin cesar y valores que hace unos años se consideraban indiscutibles, hoy en día se encuentran más que cuestionados. Por ello debemos preguntarnos qué valores de los que recibimos en nuestro momento deben ser sustituidos o actualizados.

También es cierto que muchos valores no cambian con el paso del tiempo, ni al buscarlos en otras culturas. Este tipo de valores han sabido evolucionar con la sociedad y así adaptarse a los nuevos tiempos. Entre estos encontramos la justicia, la compasión, la responsabilidad, etc.

Algo compartido por todos los padres es el deseo de que sus hijos crezcan bajo una educación que les inculque valores éticos, en los que poder apoyarse durante toda su vida. Tomando así una serie de valores como algo fundamental que todos deberíamos asumir.

Los niños muy pequeños no son capaces de distinguir lo que está bien de lo que está mal. Es por eso mismo, que deben ser sus mayores quienes les inculquen dicha diferencia, enseñándoles a establecer la diferencia por ellos mismos. Para ello no es suficiente con decirles qué está bien y que está mal, es imprescindible que todo consejo vaya acompañado de una justificación que explique al niño el porqué de dicha respuesta.

No se trata de una tarea sencilla, especialmente cuando son los propios adultos quienes dudan de qué valor deben primar sobre cuál.

Siempre por supuesto, tomando en cuenta la propia opinión del niño, ya que los tiempos en los que su opinión no contaba han acabado. Hoy el diálogo forma una parte importantísima en la educación de los hijos, en las que su opinión puede interactuar con la de los padres.

Mediante las discusiones o intercambio de opiniones se puede conseguir que nuestros hijos vayan asimilando valores más inconscientemente que si se lo imponemos como una norma inquebrantable. Debemos evitar imponer y tratar de trasmitir a la hora de hacerles comprender cualquier principio.

Debemos ser muy conscientes de que nuestros hijos parten de cero, con lo que todo lo que vean y escuchen desde el principio los va a marcar en sus futuras actuaciones y valoraciones.

A todo esto se le debe añadir el hecho de que los más pequeños no solamente "maman" lo que ven en casa, sino que son como esponjas que van absorbiendo todo lo que sucede a su alrededor.

Por ello no es suficiente con enseñarles qué es correcto y qué no. Tienen que hacerles entender el porqué, para que en los momento adecuados sean ellos mismos quienes decidan qué es correcto y que incorrecto.

por Sandra Belgrano
www.pnlnet.com

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Criando niños amables y respetuosos

Todos queremos que nuestros niños sean amables y respetuosos, pues la amabilidad y el respeto son valores que les servirán bien en todas las esferas de sus vidas, tanto en la niñez como en la juventud y la adultez.

Los valores son afectados por influencias externas, tales como las de la escuela, la iglesia, los compañeros y los medios de comunicación, mas se forman principalmente en el hogar. 

Los niños aprenden de sus padres y siguen su ejemplo: “De tal palo, tal astilla”. Lamentablemente, a veces exigimos amabilidad y respeto a nuestros niños mientras les tratamos de manera brusca o burlona: “Predicamos la moral en calzoncillos".

Recordemos de quién y cómo aprendimos a ser amables y respetuosos nosotros y consideremos las siguientes guías en la crianza de nuestros niños.

Recomendaciones:

1 •  Practicar buenos modales (“gracias”, “por favor”, “lo siento”, “con permiso”) en familia regularmente;       disculparnos y corregirnos al cometer errores.

2 •  Ofrecerle oportunidades a los niños de practicar ser atentos, útiles y serviciales frecuentemente.

3 •  Enseñarles a compartir su tiempo, pertenencias y dinero generosamente.

4 •  Demostrarles que con conductas amables se ganan reconocimientos y con conductas groseras se       ganan castigos o consecuencias negativas.

5 •  Mostrar respeto propio, a la autoridad, a las leyes, comunicándolo al escuchar, al hablar y al actuar.

6 •  Tolerar personas con ideas diferentes a las nuestras, permitir desacuerdos, y resolver los conflictos sin       violencia.

7 •  Tomar en serio las opiniones, emociones y decisiones de los niños y honrar su privacidad.

8 •  Estimularlos y darles ánimo sin presionarlos, expresando mensajes: “Creo en ti”, “confío en ti”, “eres       importante”.

9 •  Educar a los niños sobre cómo pensar y tomar decisiones, no qué pensar ni qué decidir.

10 •  Evitar juzgar, criticar, burlar, invalidar sus ideas y sentimientos y compararlos con otras personas.

Por Marisol Muñoz-Kiehne, Ph.D.
http://www.laoferta.com

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El chupete en tela de juicio

Sobre el acusado pesan numerosos cargos: responsable de dientes torcidos, paladares malformados y niños malacostumbrados. En su defensa se argumenta que satisface el instinto natural de succión y que usado prudentemente no sería perjudicial.

Útil pero no indispensable es una definición que le calza. Según sus detractores, el chupete sirve más para tranquilizar a la madre que al niño, ya que si bien ayuda a que el pequeño deje de llorar, puede causar problemas en el desarrollo de sus dientes y la formación del paladar.

Pero para otros, el controvertido chupete no tiene por qué ser el villano del cuento. El instinto de succión es inherente a todo ser humano -incluso antes de nacer el feto comienza a llevarse el pulgar a la boca- y el chupete ayuda a satisfacer este reflejo calmando la ansiedad.

El pediatra Manuel Aspillaga del Hospital Luis Calvo Mackenna, señala que desde ese punto de vista es bueno que los niños lo usen, pero sólo en algunas ocasiones y no permanentemente. Aconseja además: “Nunca un chupete redondo, porque empuja el paladar hacia arriba y causa las deformaciones”. Y agrega que es mucho mejor usar un modelo anatómico, de los que actualmente abundan en el mercado. De todos modos, aún no se ha comprobado que los llamados modelos ortodónticos permitan el correcto desarrollo del paladar.

Chupete versus pulgar

Frecuentemente se escucha que es preferible que un niño use chupete a que desarrolle el hábito de succionar su pulgar. “En ambos casos se produce un daño, la diferencia está en el tipo de trastorno que provoca cada uno. Es cosa de ver al niño e inmediatamente un especialista puede darse cuenta si se está chupando el dedo o está usando chupete”, precisa el odontopediatra Mauricio Contreras. Agrega que lo ideal es que los niños no lleguen a usar chupete o al menos lo dejen apenas empiezan a aparecer los dientes.

Enfatiza también que jamás hay que mojarlo en jugos, bebidas o sustancias dulces, ya que además de propiciar la aparición de caries, el niño asocia chupete con placer, lo que hace más difícil dejarlo.

Por otra parte hay que tener en cuenta que el chupete podría convertirse en un foco de infecciones cuando no se mantiene limpio. Durante los primeros meses conviene esterilizarlo periódicamente y después lavarlo con frecuencia, ya que no faltarán las ocasiones en que caiga al suelo.

Los de silicona suelen ser menos propensos a los gérmenes que los de caucho, aunque estos últimos tienen la ventaja de ser más flexibles.

La variedad de formas y materiales que ofrecen los fabricantes son el resultado de una búsqueda por el producto ideal, es decir, que cause las menos alteraciones posibles. Los hay especiales para recién nacidos, diseñados para bebés de cero a seis meses y que son de tamaño reducido y con perforaciones en el escudo exterior para evitar las irritaciones que provoca la salivación en la piel. Por eso, conviene tener en cuenta la edad y capacidad bucal del pequeño a la hora de elegir uno.

Los padres deciden

Lactancia y chupete no van de la mano. Cuando el niño se acostumbra a él, tiende a perder la noción de cómo aferrase correctamente al pezón de su madre y eso podría entorpecer la alimentación materna. Ello se debe a que la forma en que el niño succiona el chupete es similar a como bebe de la mamadera: impulsa la lengua hacia atrás, a diferencia de cuando se alimenta en forma natural del pecho materno.

Tal razón es suficiente para que los pediatras aconsejen no introducir el chupete al menos durante las primeras semanas de vida, periodo en que el niño se alimenta por lactancia natural.

Después la decisión está en manos de los padres, quienes deben sopesar pros y contras antes de darle a conocer al pequeño el controvertido tranquilizador. Una vez en su boca, será difícil que salga de ahí.

Fuente: Revista Padres OK

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El bebé y los dientes

En la mayoría de los niños los primeros dientes salen alrededor de los 6-7 meses de edad, pero puede haber grandes variaciones. Algunos pueden nacer con algún diente y en otros no salir hasta después del año. La temprana o tardía aparición de los dientes tiende a ocurrir en miembros de una misma familia. Aquí tenemos las dudas más comunes de nuestras usuarias sobre los dientes de sus bebés.

La dentición y el cuidado de los dientes de tu hijo: comprueba tus conocimientos con el test

¿Cuándo suele salir el primer diente?

A partir de los 6 meses, pero es muy variable.

Mi hijo de 3 años rechina los dientes al dormir, tenemos miedo que dañe la dentadura o la mandíbula, ¿debería verle un especialista? o ¿se les pasa con la edad?

A veces el que rechinen los dientes puede significar varias cosas: una que tenga cierto grado de ansiedad durante el día y por la noche cuando duerme la manera de descargar la ansiedad es con el rechinar de dientes que se denomina bruxismo. Otra de las causas aunque te parezca más peregrina puede ser la parasitación por lombrices. Si el niño va a guardería o al parque, conviene que ésta también se descarte por tu pediatra con una prueba muy sencilla

Tengo un bebé de 11 meses y lleva muchos días con dolor de encías, precisamente las de arriba me gustaría saber que puedo hacer para aliviarla ¿le puedo dar apiretal?

En los momentos que esté más dolorida le puedes dar el analgésico que has citado, que es paracetamol. Para no dárselo constantemente le puedes comprar un mordedor de los que se meten en la nevera o bien echarte unas gotas de paracetamol en el dedo y pasárselas por la encía Esto también lo puedes hacer con antisépticos orales, (los enjuagues o colutorios de adultos preferentemente los que llevan clorhexidina)

¿Es normal que a mi hijo le hayan salido sus 2 primeros dientes al cuarto mes?

En principio la dentición del niño está más avanzada de lo habitual, pero no significa que por el momento debáis inquietaros, siempre existen variantes de la normalidad, ya sea por retraso en la dentición como por adelanto. Lo importante es que el desarrollo del bebé sea normal, con una curva de peso y de talla adecuada, que será tu pediatra el que le haga el seguimiento de rutina. Si el niño está muy molesto le puedes dar un poco de paracetamol, a la dosis que corresponda a su peso, para evitarle las molestias. Nunca los dientes al salir provocan fiebre por encima de 38º, eso que os quede claro, ya que son dichos populares, y las heces pueden tener algo más de moco por la saliva que tragan al estar constantemente babeando, pero, si aparecen deposiciones líquidas, tampoco serán debidas a la dentición.

Mi hijo está a punto de cumplir los 8 meses y aun no le salieron los dientes ni parece. ¿Es normal?

Todavía no pasa nada porque no le hayan salido los dientes al bebé. Ten en cuenta que como todo, siempre hay variaciones. Seguramente o tú o tu marido tuvisteis una dentición tardía porque este tipo de cosas se suelen heredar. Si el desarrollo y el crecimiento del niño es normal yo no le daría importancia hasta que no pase un poquito más de tiempo

Mi hijo tiene año y medio, tiene varios dientes y cuatro muelas, ¿sería conveniente empezar a lavarle los dientes con cepillo y pasta?

Sí, sería una buena idea. Inicialmente sin pasta, para que no se la trague y según le vayas enseñando con un poco de pasta de dientes cuando termine de comer

Tengo un bebe de 3 meses y últimamente noto que se mete mucho las manos en la boca, incluso prefiriéndolas al chupete, y en ocasiones babea bastante, ¿es normal?

Sí, es normal porque a los tres meses aunque los dientes no van a salirles todavía, si que empiezan lentamente a desplazarse hacia arriba y eso les molesta.

Fuente: http://mujer.terra.es/muj/articulo/htm

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¡Adiós a los pañales!

El momento en que el niño empieza a dejar los pañales constituye para los padres una etapa esperada con mucha expectativa y anhelo pero que sin embargo puede llegar a despertar en algunos de ellos algunas ansiedades e inquietudes.

Para que el aprendizaje en el control de esfínteres constituya un proceso natural y sano en el que el chico sienta el respaldo y apoyo de sus padres, debemos contar con tres elementos fundamentales:

Tiempo, paciencia y comprensión

En primer lugar debemos tener en cuenta que recién alrededor de los dos años el niño puede estar lo suficientemente maduro desde el punto de vista neurológico como para controlar sus esfínteres y que por regla general cada chico es diferente y requiere que se lo considere como tal a la hora de respetar sus tiempos.

¿Cómo identificamos el momento propicio para iniciar el aprendizaje?

Tengamos en cuenta que adelantarnos a ese tiempo personal de cada niño puede llegar a resultar perjudicial y para evitarlo es importante estar alerta a determinadas señales:

- Avisa cuando ha hecho pipí o cacú.

- Le molesta el pañal y pide que  se lo quiten.

- Está seco por tiempos largos y después de las siestas.

- Muestra con gestos faciales cuando está defecando.

- Entiende y puede acatar órdenes sencillas.

- Es regular en sus deposiciones lo que nos daría la pauta de cuál es el  momento adecuado del día para sentarlo.

Aspectos importantes de considerar

1) Tanto la orina como la materia fecal son considerados por el niño como  elementos preciados al salir éstos de su propio cuerpito. El valor  negativo va a ser incorporado paulatinamente, por lo tanto no debemos  escandalizarnos si intenta tocar sus heces, simplemente decirles que  eso no se debe hacer.

2) Como todo proceso, este aprendizaje puede tener avances y retrocesos  estabilizándose alrededor de los 4 ó 5 años y siendo mientras tanto ampliamente influenciado por factores emocionales.

3) Por esta razón hay situaciones eventuales en las que no es conveniente  iniciar el aprendizaje en esta área, por ej.: mudanzas, llegada de un hermanito,  inicio de las clases, alejamiento o pérdida de algún ser querido o cualquier otra situación que implique crisis familiar.

Qué pasos es conveniente seguir:

A. Es importante que el niño se familiarice con el objeto que se va a utilizar para el aprendizaje (pelela o reductor) desde antes de iniciarlo que se le explique para que va a ser usado y que lo vea en el baño como el lugar adecuado para realizar tal función.

B. Llegado el momento lo invitamos a sentarse en el objeto seleccionado a tales efectos y esperamos junto al niño sin impacientarnos. No debemos obligarlo a permanecer sentado más de lo que desea ya que de esta forma se convertiría en una especie de penitencia y rehusaría hacerlo posteriormente.

C. Si se logra el objetivo es bueno felicitarlo y mostrarnos felices o de lo contrario alentarlo a que la próxima lo logrará. De esta manera fomentamos su autoestima y la confianza en si mismo.

D. Como en otros aspectos de su desarrollo el niño aprende imitando por lo que ver a otros niños usando el baño, lo alentará a intentarlo.

E. Tenemos que estar preparados para los fallos sin rezongarlos cuando sucedan.  Una vez que se use la ropa interior no volver con el pañal, ya que esto le señalaría al niño nuestra pérdida de confianza en sus logros.

F.  El control de esfínteres durante la noche se logra generalmente en un momento posterior por lo que es aconsejable que tomen la menor cantidad de agua posible antes de dormirse.

 En la medida que podamos acompañar al niño en este proceso con todo el afecto y dedicación, seguramente sentirá haber logrado una verdadera conquista y un paso más en su continuo  crecimiento.

Enviado por:  Mariela Tejera.
Psicóloga en los Centros de Preescolares. El Pinar. Dpto. Canelones. Uruguay
matejera@adinet.com.uy

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El normal desarrollo del lenguaje en los niños

El lenguaje es nuestra principal herramienta para comunicarnos con el mundo y en especial el lenguaje oral, que nos permite con mayor facilidad expresar ideas, sentimientos y necesidades en general, integrándonos al entorno social.

Por esta razón es primordial observar el desarrollo del lenguaje en nuestros niños para intervenir oportunamente en caso de evidenciar algún retraso.

Según lo esperado, en los niños de:

2 años:

- Se comunican con un gran número de palabras (50 aprox.), aunque acortadas y deformadas.

- Se expresan a través de frases simples de 2 y 3 palabras.

- Comienzan a utilizar el “yo” para referirse a sí mismos.

- Comprenden órdenes simples.

- Identifican partes gruesas del cuerpo.

3 años:

- Logran expresarse con los mínimos errores de pronunciación.

- Son capaces de describir escenas o narrar hechos usando frases de hasta 4 palabras.

- Pronuncian correctamente la mayoría de los sonidos (fonemas) excepto /s/, /d/, /l/, /r/ y /rr/.

- Comienzan a pronunciar las combinaciones con /l/ (pl, bl, fl, etc.) y combinaciones de vocales.

- Utilizan artículos “el” y “la”.

- Reconocen objetos cotidianos por nombre y función.

- Logran seguir instrucciones siguiendo las preposiciones “en”, “sobre”, “debajo”, “arriba”, etc.

4 años:

- Poseen un vocabulario muy amplio y se expresan con frases completas de 5 y más palabras. Hacen muchas preguntas.

- Usan pronombre personales y artículos.

- Son capaces de pronunciar todos los fonemas, excepto /rr/ y en ocasiones no logran articular la /r/ ni combinaciones (pr, br, etc.).

- Identifican objetos por categoría (ropa, frutas, etc.).

5 años:

- Se expresan con un lenguaje similar al de un adulto.

- Pronuncian eficientemente todos los fonemas.

- Comprenden todo lo que se les dice (preguntas, órdenes, instrucciones complejas).

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¿Cómo estimularlos a hablar?

Los bebés nacen con habilidades especiales para adquirir el lenguaje. Pero ello no es suficiente. El interés por comunicarse sólo surge en la medida en que logran vincularse e interactuar con su medio (padres u otros adultos). Recién entonces -y tras un largo proceso- las palabras toman un sentido para ellos, y dejan de ser ‘esos sonidos raros' que salen de la boca de su papá y su mamá.

Tan importante es este elemento que -se ha visto- cuando un niño es abandonado o es cuidado mínimamente por los adultos, no desarrolla el lenguaje o éste se retrasa en forma considerable. Por eso es que el rol de quienes acompañan al pequeño es fundamental en este proceso, que implica mucho más que el simple aprendizaje de conceptos o informaciones.

“Por lo general, cuando la gente habla de lenguaje, sólo piensa en palabras, pero la intención de comunicar, el compartir emociones y el hacer cosas con otros, está antes, durante y después de las palabras. En sus primeros cinco años de vida, además de los conceptos, los niños aprenden a relacionarse, y eso se hace fundamentalmente a través del lenguaje”, explica Miguel Higueras, fonoaudiólogo del Centro de Estímulo del Desarrollo Infanto-Juvenil (Ceril).

La mejor estimulación

A juicio de este especialista en evaluación del lenguaje infantil, la mejor forma de estimular a un bebé en este ámbito es compartir, jugar con él, mirarse, sonreírse, ir juntos a la plaza y, en general, realizar rutinas simples y cotidianas. “Estar con el niño es la única manera que él sienta que hablar o producir palabras es importante para el otro”, acota.

Darse tiempo para compartir estas rutinas es muy importante, estima. “El problema es que actualmente todo es muy efectista, entonces hay que hacerlos comer, acostarlos y mudarlos rápido. En la medida de lo posible, es ideal que ciertos hábitos, como la alimentación y el vestirse, duren un poco más. La alimentación es muy importante, porque junto con generar muchas reacciones, crea un vínculo emocional muy grande; es mirarse, escucharse, tocarse, entonces no es algo que haya que hacer rápido.

Siempre insisto en que la buena estimulación no es sólo hablarle o comprarle juguetes bonitos a un hijo, sino que es interactuar con él en las rutinas más corrientes. Esas cosas hay que transformarlas en un momento mágico”, afirma.

Condiciones del ambiente

Teniendo en cuenta la importancia del medio y, sobre todo, el vínculo afectivo que se de con el niño, Miguel Higueras entrega ciertas pautas para estimular adecuadamente las destrezas del lenguaje en un niño.

En primer lugar, señala, este aprendizaje debe darse en un ambiente sistemático, es decir, donde las acciones se hagan siempre de la misma manera, ojalá en el mismo período de tiempo y en el mismo contexto, pues es la repetición de la acción lo que permite al niño aprenderlas.

Por ejemplo, si se introduce la palabra ‘leche', no basta con repetirla una o dos veces, sino que hay que mantener cierta regularidad, repitiéndola cada vez que el pequeño vaya a ser alimentado -puede ser mostrándole la mamadera- en un tono dulce o especial, de modo que le resulte atractivo. No hay que atiborrarlo de palabras nuevas, porque eso sólo lo confundirá o lo agobiará.

“Mucha gente confunde la calidad con la cantidad de estimulación; a un niño no hay que hablarle mucho, más bien hay que usar frases simples, pero con mucha riqueza en la entonación”, aclara Miguel Higueras. Ello porque durante los primeros seis meses, los bebés aún no tienen capacidad de entender las palabras, en cambio sí procesan la emoción asociada a ellas.

“Por ejemplo, si uno le dice ‘qué cosa más asquerosa' con una expresión agradable, la guagua se ríe. Pero si le dices ‘eres muy lindo', con una cara fea y una voz baja, la guagua llora. Eso demuestra que el niño no está procesando el contenido, pero sí la situación emocional. Por eso, si repetimos las palabras ‘qué rica la leche', cada vez que lo vamos a alimentar, como a los 6 ó 7 meses, el niño empieza a representarse algo más concreto con leche, pero recién sobre los 9 ó 10 meses puede representarse ‘leche' como una palabra que significa la mamadera con leche, antes de eso no”, precisa.

La riqueza de las rutinas

Lo mismo ocurre con las demás rutinas; la muda, el baño, el paseo y los juegos son momentos ideales para estimular sus destrezas. Hay que hacer de ellas instancias para interactuar y estrechar lazos.
“Lo que más necesita un niño en sus primeros seis meses de vida es la cercanía del adulto; sentir su voz, percibir sus gestos y sus acciones.

Por eso es tan importante mudarlo, tomarlo en brazos, alimentarlo y tener pequeñas rutinas de juego en que se le permita manipular objetos y personas, tocar rostros cuando el adulto habla, ir viendo expresiones emocionales u observar, por ejemplo, cómo una persona se acerca y se aleja, junto con su voz”, explica el especialista. Todas estas acciones cotidianas se convierten en una verdadera escuela de lenguaje para el pequeño si se hacen con calma, afecto y regularidad.

Otra alternativa es que antes de entregarle un objeto, se le hable, para que tenga que orientarse hacia la voz humana. De esa forma comienza a asociar; ‘cada vez que me oriente hacia la voz que me llama, me llega algo que me agrada' (una mamadera, un juguete, un abrazo, etc.) o ‘cada vez que mi mamá hace ñam, ñam, es porque me van a alimentar'. “Es decir, va vinculando la voz humana a distintas situaciones. Así, el cerebro empieza a ser sensible y a disfrutar esta exposición al lenguaje”, señala.

Cuando se logra mantener la sistemacidad, es decir, se le baña todas las tardes, más o menos a la misma hora y lugar, con una rutina muy similar, luego se le pone el pijama, a continuación se le da de comer y luego se le acuesta en su cuna, todo en el mismo orden, el bebé comienza a orientarse dentro de la actividad. Si se da cuenta que lo van a alimentar, por ejemplo, tienen reacciones de agrado. “Esas cosas hacen que el niño aprenda a comunicar alguna intención y a percibir la intención del otro”, acota Higueras.

Complejizando los hábitos

Una vez que el pequeño ya tiene muy claras sus rutinas diarias y es capaz de anticiparse a ellas, alrededor de los seis meses, se pueden introducir pequeños cambios. “En vez de ponerle inmediatamente la mamadera en la boca, se le muestra, se deja cerca, el niño la mira y se le entrega. Cuando lo vestimos, le mostramos los zapatitos, los dejamos en el piso, el niño los mira y se los pasamos. Entonces ya sabe que si mira o estira el brazo, le van a pasar lo que quiere. Esas acciones tienen que repetirse en una secuencia predecible por el niño”.

Más adelante, propone este fonoaudiólogo, el adulto puede introducir nuevas variaciones. “De pronto no le pasamos lo que el niño quería o no nos acercamos de la misma forma. Ese desfase hace que él mueva sus manitos, haga voces y empiece a comunicar intenciones: ‘oye, esto no va como todos los días'”.

Así, estos juegos pueden irse complejizando, por ejemplo, el adulto puede moverse con un objeto, permitir que el pequeño fije su vista en él, pero sin pasárselo inmediatamente, de modo que el niño haga un esfuerzo para conseguirlo, tratando de tomarlo con su mano quizás. Eso da pie para que en un tiempo más -entre los 6 y 9 meses- manifieste algunos gestos sociales, como dar la mano, señalar o hacer adiós.

Avances mes a mes

A medida que transcurre el tiempo, hay que lograr que esos juegos duren más. Si antes el bebé pasaba un minuto en esta acción, a los nueve meses ya debiera permanecer unos 4 ó 5. Entre los 9 y 12 meses comienza a emerger el lenguaje y la intención comunicativa. “Junto con las palabras tienen que haber expresiones como: señalar, vocalizar, mirar para expresar tal cosa, pedir objetos, acciones (¡upa!), personas, manifestar sorpresa, pedir recurrencia (‘más') rechazar, saludar, despedirse, jugar y hacer viejitos”, enumera.

Los padres pueden ir estimulando estas habilidades a través de actividades como entregar y recibir objetos, sacar y guardar cosas o indicar y trasladar. En estos momentos, los padres pueden ir nombrando los objetos que van tomando (un cubo con un gato, un perro, etc.) y así el pequeño asocia el lenguaje con las cosas que hace. Lo ideal es repetir estas rutinas entre 12 y 20 veces al día, de modo que el cerebro comience a ordenar la información. “Tiene que ser con mucha carga emocional, en las rutinas en que el niño realice diariamente, con objetos de su agrado, de uno en uno y por un tiempo determinado”, enfatiza.

Entre 12 y 18 meses, el menor debe ser capaz de decir entre cinco a veinte palabras, sin importar mayormente la pronunciación, sino cómo y cuándo las usa. “Desde los 18 a los 24 meses tiene que producirse una gran explosión verbal, de unas 20 palabras hasta 200 o más. A los 24 meses no sólo tiene que estar nombrando cosas, personas y acciones, sino que además hacer combinaciones sintácticas de palabras, por ejemplo, ‘Auto papá', ‘No agua'”, agrega este profesional.

Cuando llegue a este punto, se pueden ir introduciendo otras palabras. Por ejemplo, si el pequeño dice ‘más torta', el adulto puede complementar: ‘ah, quiere comer más torta' o ‘qué rica la torta', aprovechándose del contexto y utilizando más o menos las mismas pautas de repetición anteriores, pero de acuerdo a sus nuevas destrezas y habilidades.

Fuente: artículo publicado en Revista Padres Ok, abril de 2007.

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¿Su hijo tartamudea?

Justo cuando los padres esperan que sus hijos se comuniquen fluidamente, algunos de ellos trastabillan, repiten sílabas y vacilan al hablar. En ocasiones, comienzan las correcciones para evitar que el niño hable así.

Frente a esta situación, frecuentemente los padres sobrerreaccionan y surgen espontáneamente indicaciones como: "respire tranquilo y repítame lo que dijo", con lo que se "informa al niño que su forma de hablar no es del todo buena. En otras palabras, es el entorno el que le hace notar que es 'poco fluente'", señala el fonoaudiólogo y profesor de la Universidad de Chile, Luis Romero.

Y agrega: "Una vez que el niño toma conciencia de su problema, cada vez que hable va a hacerlo sabiendo que no se expresa bien. Es ahí cuando la tartamudez comienza a 'fijarse' en el habla del niño".
Pasar de esa situación a que el pequeño sea estigmatizado como “el tartamudo” entre los amigos, los compañeros de curso y hasta por sus hermanos, hay un solo paso. Por eso, conviene conocer cómo enfrentar este problema, muchas veces, pasajero.

El especialista explica que los padres deben tener en cuenta que en la primera infancia los niños piensan más rápido de lo que pueden expresarse, se apresuran y repiten sílabas. También deben tener claro que los pequeños no notan sus errores al hablar.

Se estima que el cuatro por ciento de los menores es tartamudo entre los cinco y los diez años. Y afecta cuatro veces más a niños que a niñas, según el fonoaudiólogo. En todo caso, los especialistas insisten en que no hay que alarmarse, pues en la mayoría de los casos no persiste. "Que se mantenga o no depende de una conducta relajada y respetuosa de los padres y del entorno".
Romero recomienda que los padres que noten que su hijo no se expresa bien, esperen por lo menos seis meses. Para ayudarlo deben hablarle lenta y claramente, y en ningún caso hacerle notar sus errores, ni presionarlo o completar sus frases.

Mitos y verdades de la tartamudez

Si bien durante años se estimó que el problema era una respuesta psicológica ante un trauma, hoy también se sostiene que es una disfunción de carácter orgánico. Según esta probada teoría, quienes tartamudean presentan zonas cerebrales con menos actividad metabólica cuando están hablando o leyendo. Es decir, presentan una disminución porcentual del diámetro de las arterias cerebrales y por eso el cerebro recibiría menos oxígeno y nutrientes.
No obstante, algunas de esas personas no desarrollan la tartamudez, o espasmofemia, por lo que se sostiene que, en esos casos, se desencadena ante un problema con el medio externo.

Para descartar la causa fisiológica es necesario acudir a un neurólogo o a un fonoaudiólogo, quienes además determinarán el tipo de tartamudez. La clónica es la más leve. El menor repite segmentos de sílabas o palabras, como por ejemplo, yo- yo-yo. La tónica, en cambio, es más grave, ya que el pequeño realiza un esfuerzo muscular mayor por unos segundos antes de hablar.
El fonoaudiólogo Luis Romero afirma que la tartamudez es más severa cuando el espasmo es más largo y compromete a diversos órganos. Y se trasforma en una patología si no se trata en forma adecuada.

Constancia: clave para una mejoría real

Según Romero, el 80 por ciento de quienes terminan el tratamiento obtienen buenos resultados.

Una vez establecido el origen del problema, el fonoaudiólogo trabaja en disminuir la ansiedad, erradicar los espasmos que el niño utiliza para que lo entiendan y hacer que se exprese más lentamente por medio de juegos y exagerando el modo de hablar.

No es fácil, asegura el profesional, quien agrega que para tener éxito es necesario no abandonar el tratamiento a medio camino. Sobre todo las niñas, a quienes les es más difícil superar la tartamudez, junto a los adolescentes y adultos.

Mientras más pequeño mejor responde su sistema nervioso al aprendizaje de una forma distinta de hablar, proceso que no se desarrolla solamente en la consulta del especialista, sino también en la familia y el colegio.
Finalmente, el especialista recomienda que tanto los padres como los profesores hablen pausadamente y con buena modulación, ya que de esta forma se convierten en un modelo a imitar por los menores.

Fuente: Luis Romero, fonoaudiólogo y docente de la escuela de Fonoaudiología de la Universidad de Chile.

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La alimentación ideal de un niño

Para llevar una vida sana y evitar problemas de peso, es fundamental que los niños desde muy pequeños equilibren su ingesta diaria de acuerdo a los cinco grupos de la pirámide alimenticia.

Desde que cumplen un año, aproximadamente, deben comer cuatro veces al día. Claro que muchos niños siguen comiendo cinco veces al día hasta los dos o tres años. Todo depende de sus requerimientos energéticos, por eso siempre es bueno consultarlo con el pediatra.

Así lo señala el pediatra y docente de la Universidad de Chile, Manuel Aspillaga, quien además indica que a pesar de las particularidades de cada niño, la norma general es que hasta los tres años necesitan consumir 140 calorías diarias por cada kilo de peso. Esta demanda calórica va disminuyendo paulatinamente conforme pasan los años. Sólo en la pubertad vuelven a incrementarse las necesidades alimenticias.

La doctora Carolina González, especialista en Nutrición, destaca la importancia del desayuno: “Los niños con sobrepeso tienden a saltárselo y luego hacen comidas a deshora”.

La colación, en tanto, es un hábito ya instaurado entre los escolares. Eliminarla sería casi imposible, y por lo demás inconveniente, considerando la larga jornada que los menores pasan en el colegio.

“El problema no es si la colación es necesaria o no. El punto es que debe ser saludable: frutas, cereales o un pan con palta o jamón”, enfatiza la especialista.

Balancear diariamente los alimentos

Esta es una pauta recomendada de alimentación diaria para niños sanos. Se trata de una guía, que varía según los requerimientos nutricionales acordes a la edad del niño y las preferencias de cada familia. Sin embargo, la idea es mantener en lo posible estas proporciones:

Consumir diariamente:
- 2 a 3 vasos de leche (o sus derivados)
- 4 a 5 porciones de verduras
- 2 a 3 porciones de frutas
- 2 porciones de carne sin grasa de vacuno, ave, pescado o huevo
- 6 porciones de alimentoas del primer grupo (arroz, papas, pan, pastas, legumbres)

* una porción es equivalente a media taza o una rebanada. Por ejemplo, 1 rebanada de pan    al desayuno y otra a la once, más 1 taza de legumbres al almuerzo y 1 taza de arroz en la    cena, suman las 6 porciones diarias de carbohidratos.

Sugerencia de menú:
desayuno: 1 vaso de leche con cereal o pan ojalá integral
colación: 1 fruta o yogurt
almuerzo: Carne con arroz y ensaladas, de postre 1 fruta
once: 1 vaso de leche y pan con mermelada, jamón o quesillo
cena: Pescado con papas. La fruta se puede reemplazar 2 veces a la semana por un postre           de leche

Lácteos descremados y productos dietéticos

Lo ideal es que la dieta de un niño esté compuesta por alimentos naturales. No es bueno recurrir a los productos "light" o dietéticos, con excepción de casos específicos, como niños con diabetes, obesidad avanzada u otra alteración importante.

No obstante, siempre deben consumirse en baja cantidad y de manera regulada, ya que sólo engordan un poco menos, y además, están endulzados con aspartame, cuyo consumo habitual puede tener efectos negativos en la salud de los pequeños. No obstante, consumir un yogurt o jugo dietético ocasionalmente no es problema.

En cuanto a los lácteos descremados, hay distintas posiciones: “Los niños perfectamente pueden tomar leche descremada a partir de los tres años. Sin embargo, ésta no es una indicación que se pueda dar en términos generales, ya que algunos pequeños necesitan la grasa de la leche. Es el caso, por ejemplo, de los que son malos para comer o los que practican deportes y por ende tienen mayor gasto de energía”, explica la doctora.

No obstante, en general se recomienda que el aporte de grasa sea bajo en la dieta, esto es que no supere el 30 por ciento de las calorías que una persona consume al día.

Alimentación del niño de un año

Al cumplir un año, el niño puede empezar a incorporar a su alimentación prácticamente todos los alimentos. Es importante enseñarle a comer de todo y equilibradamente. Sólo hay que tener la precaución de que cada vez que se le dé un alimento nuevo, debe ser en cantidades pequeñas y sin mezclarlo con otros, con el fin de probar su tolerancia.

Es necesario incentivarlo a disfrutar de los alimentos de origen natural, especialmente frutas y verduras. Se le puede preparar todo los días a la hora de almuerzo una pequeña porción de ensalada, y privilegiar la fruta natural como postre.

Seguramente ya tiene algunos dientes, lo que permite que sus comidas tengan mayor consistencia y gradualmente se puede ir reemplazando la papilla por alimentos picados muy fino.

Para beber, se recomienda el agua potable y los jugos de fruta natural sin azúcar u otros endulzantes.

Equilibrio en la alimentación del niño

Un niño en estado nutricional sano debería recibir cuatro comidas diarias:
· Una mamadera al desayuno
· Un plato de comida y postre al almuerzo a mediodía
· Una mamadera a media tarde (cerca de las 16.00 horas)
· Cena igual que el almuerzo (cerca de las 19.00 horas)

También se puede incluir una colación, especialmente si el toma el desayuno muy temprano. Ésta puede consistir en una fruta o un yogurt. La mamadera de la noche debería suspenderse, a menos que el pediatra indique lo contrario.

Cómo distribuir los alimentos:

· Debe consumir diariamente leche, verduras, frutas, aceite vegetal crudo y cereales.
· Legumbres, 1 ó 2 veces por semana.
· Carnes: pescado, ave o vacuno, 3 a 4 veces por semana
· Los días en que el niño come legumbres o huevo, no es necesario darle carne

Alimentación del preescolar

A partir de los dos años, el niño puede estar completamente integrado a la rutina del resto de la familia, por lo tanto, no es necesario que se preparen alimentos en forma separada para él.

Lo ideal es que se respeten los horarios de comida, y que ésta sea una instancia en que la familia comparta en torno a la alimentación. El pequeño, además de sentirse integrado, podrá aprender las normas de comportamiento en la mesa, imitando la conducta de los demás.

Este es el momento en que se deben fomentar los hábitos de alimentación saludable en el menor: evite el consumo excesivo de golosinas y alimentos grasos y no fomente el comer a deshoras.

Necesidades nutricionales del preescolar

Los niños en edad preescolar, es decir, entre 2 y 5 años, necesitan las vitaminas, sales minerales, fibra y antioxidantes que contienen las verduras. También debe incluirse es su dieta suficiente cantidad de cereales y frutas, prefiriendo las cítricas.

Deben comer cuatro veces al día, y si asisten al jardín infantil, debe incluirse una colación adecuada, compuesta por frutas, lácteos, semillas o cereales.

Los preescolares deben consumir diariamente:
· 4 porciones de cereal, arroz, fideos o papas
· 1 porción de legumbres una o dos veces a la semana
· 2 porciones de verduras
· 2 porciones de frutas
· 3 vasos de leche
· 1 porción de carne: pescado, vacuno, pollo, pavo o huevo
· Media porción de aceites (paltas, nueces, otros)
· 5 cucharaditas de azúcar (en sus diferentes formas)

Fuente: Padres OK

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Mi hijo no quiere comer

Falta de apetito del bebé.

En muchas ocasiones los padres, con un gran deseo de que el niño esté bien nutrido, hacen de la hora de la comida el momento de más tensión en el hogar, con angustia, ansiedades y reproches a la conducta del niño frente al alimento. Los niños tienen la sabiduría natural frente a sus necesidades fisiológicas.

Se come por necesidad, no por obligación
El hambre, que es la normal demanda del alimento, es diferente al apetito que es el normal deseo de satisfacer el gusto. La conducta alimenticia necesita una guía y nadie mejor que la madre para valorar este hecho de gran importancia en el crecimiento físico y emocional del hijo.

Ante el problema señalado existen varios manejos
-  La hora de la comida debe ser agradable y necesaria para el niño.. Evitar que se condicione al castigo si no concluye el plato
-  Ayude al niño ante la percepción de la comida. Sírvale en el plato más grande la misma cantidad de comida a modo que perciba poca comida dentro de su plato.
-  Puede motivarle el poner la mesa, dejar que él mismo se sirva, y que decida y tenga autonomía sobre sus gustos alimenticios.
-  Siempre que puedas permítale que coma con los padres para que se apropie de los hábitos alimenticios de su familia, asimilando la conducta y modelos de ésta.
-  Permitirle escoger su menú puede influir en el éxito o fracaso de su alimentación. El éxito no significaría solamente que los alimentos ingresen al niño, sino el desenvolvimiento natural y saludable de la criatura al alimentarse.
-  No permitirle complacencias y exquisiteces. Eso sólo ubicaría a usted y a su hijo dentro de otro problema. La hora de la comida tiene un lugar, un tiempo y un fin claro y necesario.

No pretenda que el niño coma la misma cantidad de alimento que vosotros.  Deje que él decida y coma la cantidad de comida que necesita para satisfacer su hambre y desarrollar de forma sana sus gustos. Si el problema se hace crónico y llega a crear malestar emocional sin soluciones en la familia, por favor consulte un especialista.

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La llegada de un hermanito. De hijo único a hermano mayor

Sebastián está a punto de cumplir los tres años y se siente feliz. “Su guagua” acaba de nacer y le trajo de regalo un hermoso triciclo amarillo con luces de colores. Es el encargado oficial de presentar a su hermanita a las visitas y está atento a ponerle el chupete cada vez que se le cae.

Sin embargo, no son muchos los niños que se comportan como él con la llegada de un “intruso” a la familia. Según Marie Lizzy Zippelius, psicóloga de la Clínica Alemana , para lograr este equilibrio se requiere de una preparación intensa, que permita la participación activa del pequeño en la vivencia del embarazo y lo involucre en el nacimiento y llegada a casa de una forma cotidiana y poco amenazante.

La irrupción de un bebé en el entorno familiar genera un dolor muy grande en los niños, especialmente cuando se han mantenido por mucho tiempo como hijos únicos. “Mientras más grande sea el niño y mayor diferencia tenga con el bebé, más difícil será la aceptación, pues hasta entonces ha vivenciado la exclusividad plena y la satisfacción inmediata de sus necesidades. Se ha acostumbrado a recibir sin demora lo que él demanda, porque no hay nada que se interponga en su relación con los padres”, señala la psicóloga.

Esto se hace más evidente después de los cinco años, pues hasta esa edad el niño se adapta más fácilmente a las situaciones. No obstante, necesita tiempo para integrar su nueva realidad y para ello es esencial la actitud de los padres. Muchas veces éstos exigen al hijo mayor que sea simpático y amoroso con su hermano, y a veces el niño no tiene ganas de serlo.

Marie Lizzy Zippelius enfatiza en la necesidad de tolerar cierto tipo de rechazo o apatía. “Tener que dar espacio a otro hermano no es divertido, sino bastante difícil, ya que se establece una relación de triángulo muy dolorosa para el niño, por lo que es muy normal que manifieste rabia y frustración”.

Un embarazo compartido

Sea cual sea la edad por la que atraviesa el pequeño, es muy importante que viva el embarazo como si fuera una experiencia propia y que sienta que el bebé que está por nacer es también “su” bebé. Esto implica, por ejemplo, acompañar a la mamá a las ecografías, sentir las pataditas en el vientre mientras le cantan en familia, escuchar los latidos de su corazón, o bien, elegir los colores, muebles y juguetes para armar la pieza que lo acogerá. También puede ser muy útil explicarle con libros ilustrativos todo el proceso del embarazo y su evolución mes a mes. Algunos padres optan, incluso, por decirle al niño que la guagua le traerá un gran regalo y se lo entregan el día del parto.

También es bueno enseñarle a compartir con otros niños desde pequeño, ya sea llevándolo a la plaza, juntándolo con los primos o llevándolo al jardín, para exponerlo a relaciones de amistad, que facilitarán posteriormente su proceso de adaptación con los hermanos.

En esta etapa previa, Karen Moënne, psicóloga del equipo de expertos de PadresOk, sugiere comprar un juego de muñecos que representen a la familia, incorporando al pequeño que va a llegar, y jugar con el niño, representando las distintas situaciones que vendrán y lo que se espera de él -que comparta con su hermano y lo cuide-. Así, la llegada del recién nacido no será tan impactante para el niño, pues ya se habrá expuesto a la nueva condición.

Una vez en casa, es importante que el pequeño se sienta incluido en todas las actividades -como mudas, baños, comidas y paseos- y que su vida continúe similar a lo que era antes. Sus rutinas -como horarios de comida, sueño o juegos- deben mantenerse intactas. Si la mamá le leía un cuento por la noche debe seguir haciéndolo; si siempre ha permanecido en casa no es el momento de llevarlo al jardín o dejarlo con la abuela; y si ha pensado quitarle el chupete es mejor esperar un tiempo más.

“Todo cambio en este tipo de actividades debe realizarse seis meses antes o seis meses después del nacimiento del hermano -explica Zippelius- pues, de lo contrario, el niño se puede sentir invadido y desplazado por la guagua que llega a su casa”. También es necesario evitar el otro extremo, es decir, no hacer como si nada hubiese pasado y sobreproteger al mayor. Lo ideal es que los papás le vayan mostrando que a pesar de la llegada del hermano ellos lo siguen queriendo igual y que pueden compartir con ambos.

“Si los papás no acarician al recién nacido delante de él, le transmiten que efectivamente cuando lo hacen dejan de quererlo o lo quieren menos”, explica Karen Moënne, argumentando que esta nueva dinámica es fundamental para que el hermano mayor aprenda a tolerar la frustración y a compartir con otros, aspectos esenciales para sus relaciones futuras.

Las ventajas de ser más grande

Marie Lizzy Zippelius, insiste en que los padres deben concientizar a su hijo mayor sobre las ventajas que tiene ser más grande, restando un poco de protagonismo al bebé para evitar competencias. Deben decirle, por ejemplo: “¡Qué entretenido es estar contigo, porque podemos jugar y conversar; en cambio tu hermanito es muy chiquito y duerme casi todo el día!”.

En este sentido, es muy importante reforzar sus logros y darle los espacios necesarios para compartir con él, saber qué piensa y siente y hacerle ver su “nuevo status” de “hermano mayor”. Frases como “¡Qué grande eres, ya te puedes bañar solo! Algún día podrás enseñarle a tu hermanito” o “Hijo, ¿quieres que vayamos los dos al cine?”, ayudan en gran medida a que él comprenda este concepto, refuerce su autoestima y sienta que ha alcanzado grandes logros.

Deben preguntarle además qué piensa de su familia, qué siente por su hermanito, si es feliz con él o si hay algo que lo entristece. En la medida que el niño se sienta escuchado, irá dejando atrás cualquier tipo de frustración o desplazamiento.

Es bueno motivarlo a poner la mesa, a contestar el teléfono, enseñarle algunos juegos o canciones para su hermano, entre otras actividades “de grandes”, pero teniendo en cuenta que el niño no siempre estará dispuesto a realizarlas.

"No quiero a mi hermanito"

Durante los seis primeros meses de vida del bebé es posible que el niño reaccione con rabia y frustración, se muestre menos tolerante, más irritable y mucho más demandante. Puede presentar conductas regresivas como hacerse pipí, usar nuevamente mamadera o chupete, o llorar sin control, como si hubiese olvidado todos los avances que hasta ahora había adquirido. En la etapa escolar, es frecuente que se produzcan cambios conductuales o bajo rendimiento y muchas veces se resisten a querer a su nuevo hermano.

Sin embargo, los padres no deben asustarse, sino “aprender a tolerar esta pena que el niño siente y acompañarlo en ese dolor. Una vez concluido este periodo -de cinco o seis meses- comenzará a entender que ese ser que llegó a su casa no se puede devolver al hospital y que deberá aceptarlo como un miembro más, que se quedará para siempre junto a ellos”.

Entonces, comenzará a establecer un equilibrio en la relación, en el que el rol de cada miembro de la pareja es fundamental para entregar cariño a ambos niños por igual. Así, cuando el papá llega a la casa puede quedarse con el bebé, mientras la mamá juega con el niño y luego al revés.

Lo más importante es que todo este proceso sea manejable y armónico. Los padres deben considerar que las cosas no serán igual que antes y que probablemente se desenvuelvan en un ambiente más tenso y agotador. Pero deben tener claro que por lo natural de esta situación, debe desarrollarse sin grandes contratiempos.

Una señal de alerta en este sentido la reflejan las conductas reiterativas y permanentes en el tiempo. Si después de seis o siete meses del nacimiento el niño no ha superado sus problemas a pesar de haber compartido con él, de haberlo premiado y reforzado, es conveniente visitar a un psicólogo. Así también, si hay muestras de excesiva agresividad en las que el bebé corra peligro.

Fuente: Revista PadresOk

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